domingo, 27 de marzo de 2011

Museo de la ceramica

Entrar en el museo de la cerámica contemporánea de Santo Domingo es entrar en un mundo fascinante en el sentido que cuando entramos, somos sorprendidos por la diversidad y la calidad de la colección presentada. Desde el exterior parece una galería, por dentro es un museo y un laboratorio. Las dos visiones son un buen resumen de este espacio único en la República Dominicana.

Es ante todo la cerámica que invade el lugar. Como visitante, hay una cercanía con las piezas expuestas. La sala principal de forma cuadrada tiene varios espacios donde se crean diferentes ambientes. La luz está perfectamente distribuida y resalta la belleza de las obras. Una mirada a la izquierda, estamos con la piezas taínas. Una mirada a la derecha y hacemos un viaje de más de dos mil años para descubrir los últimos trabajos  de ceramistas vivos como la argentina Elisabeth Dychter o los dominicanos Amable Sterling y Said Musa. El museo tiene en sus colecciones piezas de todos los ceramistas dominicanos.

En la pared, frente a la entrada, 42 tiles de la última trienal internacional del mosaico cerámico. Tenemos una visión amplia de la producción de cerámica a través del mundo. La edición 2010 de este evento, presenta 357 obras de 91 países, un récord, y muestra claramente la dimensión mundial que recorre el evento organizado por el Centro León. De hecho, el museo nace como consecuencia de la trienal a pesar que la idea estuviera en la mente de su director desde siempre. Las conexiones que tiene el museo todo el año con el exterior, particularmente con Cuba y Argentina, marcan su huella en la creatividad mundial. El lugar está abierto hacia el mundo.

Además el museo tiene el deseo no solamente de presentar colecciones permanentes, sino también ofrecer al público una gran cantidad de piezas en rotación. Por ejemplo, la viajera obra de un ceramista español  viene de Argentina, permanece un tiempo en el país y  después será expuesta en Cuba. Es un museo siempre en movimiento, al igual que un centro de arte, y muestra los últimos trabajos realizados en cerámica. Es algo actual, en constante renovación, donde se encuentran las últimas búsquedas, al igual que en un laboratorio. Y más allá, es también una galería porque le permite a un artista exponer su creación. El museo no es exclusivo a obras realizadas por ceramistas, cualquier artista cuya obra sea realizada con cerámica, tiene la oportunidad de exponer. Es una excelente idea porque el museo no se confine en el dominio de la cerámica. Además, se puede revelar un talento.

Es también una fundación llamada Igneri/Arte y arqueología. Igneri es la primera comunidad de habitantes de la isla de Quisqueya en desarrollar el arte de la cerámica. La fundación tiene una labor social y da cursos de cerámica y soporta programas de salud entre otros.  Hay que precisar que el museo tiene una antena en Punta Cana donde hace exposiciones mensuales.

La conceptualización del lugar y todas las actividades las debemos a Thimo Pimentel, el Director. En el mundo del arte se necesitan personas enamoradas del arte y visionarias como él. Es una persona que dedica su tiempo a dar a conocer la cerámica dentro y fuera del país, y su importancia en todas las primeras civilizaciones del mundo. Un hombre y un lugar ligados y dedicados a la cerámica.

Texto escrito por Patrick Landry
mars 2010
Arte Berri: cinco años de propuestas artísticas atractivas

La galería Arte Berri presenta, hasta enero 2011, dos exposiciones colectivas tituladas “La naturaleza en el arte” y “El mundo en 3D” para la celebración de su quinto aniversario.

Cinco años quieren decir que la directora, Bingene Armenteros,  hizo un gran trabajo. El hecho que ella siga teniendo propuestas artísticas interesantes es una prueba de su eficiente labor. Muy pocas galerías perduran en el tiempo. Arte Berri logra objetivos no solamente artísticos - la presentación de artistas en sí misma-, sino también educativos a través de varios proyectos dirigidos a niños, entre otros. Una galería tiene como misión valorar las obras colgándolas en la pared, pero también el deber de recolocarlas en su contexto, su época y su camino.

El propósito de las dos colectivas actuales es presentar al público un abanico amplio de las elecciones hechas y defendidas por su directora. Muestran una gran variedad y cantidad de obras de alta calidad, con la presencia de pintores, dibujantes, fotógrafos y escultores. Entre los artistas seleccionados, podemos nombrar a Cándido Bidó, Amaya Salazar, Elsa Núñez, Pere de Ribot, Marcia Guerrero, Guillermo Armenteros, Alberto Ulloa y Juan Trinidad.

Por una parte, hay dos espacios, uno en el patio el otro en el interior de la galería, dedicados a las esculturas con título “El mundo en 3D”. Dentro de la galería, encontramos entres otras, dos obras de caoba de Juan Trinidad. Son testimonio de la solidez y del equilibrio del trabajo de un artista que siempre tiene presente la calidad y la perfección del resultado en el tratamiento de la materia. En este caso, la superficie de la madera es tan perfecta que podría pasar por ébano o granito. Ambas obras muestran el dominio y la madurez de una artista que tiene una trayectoria hecha de dedicación, perfeccionismo y precisión. Las figuras esculpidas parecen venir de una época ancestral, con una real modernidad, de forma que el artista inscribe sus obras en la intemporalidad.

A la verticalidad de las obras de Trinidad se oponen dos piezas de bronce de Amaya Salazar. Se siente la presencia de los cuerpos y de la expresión de una intimidad ligada a un movimiento retenido. La expresión tan sugestiva da un toque poético a estos bronces, lo que es un gran desafío para una materia tan difícil a trabajar. Amaya Salazar logra en el bronce, efectos y expresiones que por lo general, sólo el yeso o el mármol permiten plasmar.

El caballo de Enrique Angulo muestra la potencia y la energía de un animal encabritándose como lo hacen los caballos de Marly en los campos Elíseos de París . La gran precisión en los detalles caracteriza el caballo de él.

El guiño viene del artista Omar García, con sus divas exuberantes parecidas a las de Nikki de Saint-Phalle.

Por otra parte, están las cuatro salas que forman un segundo espacio, enfocado a la naturaleza. Fotografías, dibujos y pinturas componen un ambiente donde las surgencias y los propósitos artísticos permiten un viaje ecológico y sin fronteras.

En la entrada, una obra única de Cándido Bidó, un Cristo de los años 70, donde las soluciones plásticas son apenas visibles pero ya están presentes. Las fotos de Guillermo Armenteros nos ofrecen una reflexión y un momento de contemplación de la belleza efímera de la luz solar. Son atardeceres espectaculares con colores vivos. Armenteros, con un crepúsculo en cabo rojo, ilumina toda la sala con sus rojos profundos e intensos, que son un eco al lienzo de Amaya Salazar, también en tonos rojos. Angelita Casals juega en sus fotos con tonos más pasteles, con mucha suavidad y sensibilidad.

La sala del fondo, una selección ecléctica, donde de se puede observar una técnica mixta de Héctor Ledesma representando aves endémicas al estilo de los ilustradores de libros de botánica, técnica parecida a la de la acuarela. Un Olivier Bertoni de estilo “Street Art”, obra muy gráfica y espontánea, representa un perro. Un gran carboncillo de Amaya Salazar, con mucha fluidez y poesía, completa la selección sin olvidar dos artistas: Perre de Ribot y Enriquillio Amiama con un homenaje a Jasper Johns de lo más interesante. 

Como vemos, la presentación de las dos colectivas es muy variada y rica, y ofrece al visitante - ya sea coleccionista o amante del arte - una representación interesante y amplia de lo que puede proponer una galería de la talla de Arte Berri.
  
Texto escrito por Patrick Landry
Lic de la Sorbona de Paris

Juan Trinidad: la expresión del contacto directo con la tridimensionalidad.

Juan Trinidad: la expresión del contacto directo con la tridimensionalidad.


 
La escultura, al igual que la danza, es un género de expresión artística que requiere del artista un conocimiento y una apreciación del espacio mucho más grande que cualquier otro modo de expresión. Para tomar vida, necesita salir de la materia, en el sentido literal de la palabra. La obra del escultor Juan Trinidad refleja bien la conciencia que debe tener cada escultor frente al mármol, la madera, el bronce o cualquier tipo de materia prima con valor a los ojos del artista para ser tallada o fundida.

Tallar o fundir son más que acciones. El escultor está a la merced  de la materia. Existe una relación carnal con ella. Eso requiere una sensibilidad extrema por las sensaciones que procura el toque. Tallar mármol o hielo no requiere las mismas aptitudes, porque el artista debe escuchar la materia. Juan Trinidad lo expresa muy bien diciendo que el pedazo de madera le habla e indica cuál es la forma más adecuada para que la vida surja, hasta el punto en que la madera se calla. Eso le indica que la obra está terminada. No es fácil saber cuando un dibujo, una pintura o una escultura no requieren más cosas. Siempre fue y es todavía algo que divide a los artistas. Vemos que Trinidad comparte su vida con la naturaleza, hace más que escucharla, la ayuda a tener una segunda vida. En sus propias palabras, “el árbol que ha caído no está muerto, sino que va revivir”. Es un renacimiento artístico. Es la razón principal de su preferencia por la madera.

Ante todo un escultor más que cualquier otro artista plástico debe tener una visión precisa de la profundidad. Según sus propias palabras, él busca el contacto con ella. La escultura es una expresión en tridimensionalidad. No tiene un fondo sobre el cual el artista pueda apoyarse. No hay algo detrás que permita, como en el dibujo con el papel, dar  belleza a un trazo. Se puede decir que lo más difícil para los escultores es jugar con el “vacío” creado por el aire alrededor de la obra. No se puede confundir con el vacío de la hoja blanca. Una escultura no es solamente una materia tallada sino también una combinación de volúmenes dentro del vacío que se llama ambiente. Ese es el desafío más grande del escultor: tallar para llegar a un punto que permita a la escultura vivir por lo bello de sus formas y sobre todo expandir su lenguaje alrededor de ella misma. Trinidad confirma estas ideas diciendo quehe elegido la escultura, justamente, por lo bello de lo tridimensional”. Los volúmenes pueden crear placer por la combinación de las formas y crear más que una simple combinación de formas. Eso expande  su expresión formal y espacial más allá de la escultura en sí. Es la verdadera labor del tallador, la cual Trinidad logra de manera magistral.

La forma tiene que jugar un papel fundamental. Es el vocabulario básico sin el cual no hay expresión. De hecho, tiene algo que ver con la sociedad. El vocabulario formal al igual que el vocabulario lingüístico, no es el mismo en función de los países o de las regiones. En la obra de Trinidad, existe una mezcla entre las culturas taína, africana y  europea, como ocurre en su propio país, la República Dominicana. Su propósito es mantener esa identidad ancestral.

Es bien difícil separar las tres culturas, porque su obra es un todo que le permite expresarse, además de su propio lenguaje artístico.

Para tomar ejemplos con los taínos, se observa vínculos a nivel de soluciones gráficas y a nivel de la conceptualización. Trinidad utiliza, entre otras formas, el círculo doble concéntrico frecuentemente en sus rostros y también en otras partes de sus esculturas, como solían usarlos los artistas taínos. Es como una marca de identidad. A nivel conceptual, hay una manera de distribuir elementos formales en un espacio, igual que ciertos objetos de esta cultura.

Si nos arriesgamos a ser reductores, él saca del arte africano el ángulo redondo que se encuentra en las articulaciones del cuerpo humano. La forma angular redondeada le permite dar ritmo y dinámica. Es parte también de la complejidad geométrica que viene de África, compartida con los taínos y que fascinó los artistas del siglo XX como Picasso. Trinidad elige el roble por la belleza de la textura y su cercanía con la naturaleza. Pinta sus maderas en negro para dar así la profundidad del ébano que se utiliza frecuentemente en la escultura africana.

Del movimiento europeo del siglo XX, a través de la obra de Picasso y de otros artistas que se interesaron por el arte negro, Juan Trinidad se acerca a ese movimiento para retomar e interpretar un vocabulario formal muy conocido. Tenemos que regresar al tema de la tridimensionalidad. Picasso y Braque, durante la primera etapa del cubismo, la etapa analítica, buscaron una forma de representar, figurar cada parte de un objeto o de una persona. Creando una dislocación de la cosa pintada en pedazos, lograron lo que buscaban. Al ser hechas sobre papel o lienzo, y ésta es la genialidad de estos artistas, lograron una representación ficticia de las tres dimensiones, y partieron del arte negro africano para llegar ahí. Trinidad comparte con ellos la sensibilidad por lo tridimensional y por la introspección de la figura. Corta, compila, distribuye las formas para que la escultura se exprese desde cualquier ángulo o punto de vista.  Corta la forma en rebanadas al igual que Arman, pero no pone estas rebanadas en el mismo plano como escultor de los famosos “violons découpés”, sino que siempre tiene el deseo de complacer su predilección  por la tridimensionalidad. Para él, “es una expresión de la evolución, del evolutivo y del giratorio porque la vida es movimiento. Son rebanadas que van y que vienen”. Es una fuerza que tiene también algo que ver con las leyes de la óptica.

De manera general dos características forman parte de su trabajo: la verticalidad y el equilibrio.
La verticalidad tiene varias referencias. La primera es elemento totémico, que viene de lo ancestral. Pero hay que decir que la producción artística de Trinidad se inscribe no solamente en una tradición antigua, sino también en los maestros modernos, como Prats-Ventós. Su expresión de la verticalidad reposa sobre un apilado de formas figurativas o abstractas en  un orden que nos lleva debajo hacia arriba en un movimiento ascendente.  Trinidad habla del transcendente del ascendente. Esta verticalidad está íntimamente ligada al equilibrio, otra característica de su obra.  
Hay un equilibrio entre lo abstracto y lo figurativo. Lo abstracto es una revelación o una “figuración” de la parte abstracta del cuerpo humano. Eso proyecta, según él, quienes somos y a dónde vamos.

Existe también un equilibrio dinámico que viene de la manera con la cual Trinidad apila las diferentes estructuras, jugando con lo tridimensional. Es una parte fundamental en las soluciones plásticas del artista. Estas estructuras afirman al mismo tiempo lo frágil  y lo ponente del equilibrio. Sin riesgo de caer, no hay fuerza de estabilidad. Las grandes obras verticales son ni más ni menos que una figuración de los árboles en la naturaleza. Es el componente central de su expresión propia. Es como si fuera su firma.
En fin, otro equilibrio impalpable, es el equilibrio espiritual que resulta de la contemplación de su obra y de su discurso, un equilibrio tan bello como frágil, que nos lleva a una cierta paz.

Las esculturas de Trinidad tienen la belleza de la fluidez de las formas, aliada a un vocabulario formal de gran complejidad geométrica y sociocultural. Este equilibrio suscita un deseo de admiración inagotable a todo aquél que contempla sus obras.

Patrick Landry
El autor es licenciado en historia del Arte de la Sorbona

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Exposición colectiva “Historias cotidianas”.

Exposición colectiva “Historias cotidianas”.


Para empezar la conmemoración de los diez años de la revista ARTES, una exposición titulada “Historias cotidianas”, será presentada en los locales de esta publicación. Varios eventos como exposiciones o charlas serán después organizados, durante todo el año de aniversario de la revista.

Organizar una colectiva no es cosa fácil. Al principio, hay que tener una idea bien clara del enfoque que se quiere dar a la exposición. ¿Hacerla por temas, por categorías, por técnicas, por movimientos o por cualquier otro factor? El trabajo preliminar en el enfoque del evento es sumamente importante porque determina el logro del mismo.

En esta ocasión, el enfoque retenido es la juventud. Se necesita un nuevo material pictórico para refrescar la mirada del espectador. Es un gran desafío. La curadora del evento tiene como objetivo presentar al público una serie de artistas jóvenes. La idea es no solamente dar una oportunidad a estos artistas, sino también renovar el discurso artístico y a través de él la reflexión que todos debemos tener frente a un evento de este tipo.

Si es muy fácil apreciar una obra de Rafael o de Picasso, detectar en el trabajo de un joven la calidad intrínseca, es decir el valor artístico, es mucho más complicado porque está en germinación, y no se ve claramente. Solo una mirada experta puede hacerlo. Eso revela la segunda ambición del evento, la dimensión didáctica. ¿Qué vemos?



Vemos una serie de cuadros donde los artistas tienen una visión del mundo bien diferente, con preocupaciones artísticas y sentimentales muy variadas. Eso muestra la pluralidad en el arte, algo que debe siempre permanecer para mantener el arte vivo y actual. La expresión de la pluralidad es uno de los componentes de la libertad y, a su vez, la libertad uno de los componentes del arte.

Esta serie presenta paisajes, personajes y bodegones. Cada artista tiene su visión, sus preocupaciones y su manera de representar la cotidianidad. La realidad existe por si-misma, pero la mirada del hombre y sobre todo del artista la interpretan con énfasis. Es la sensibilidad frente al mundo, pero no cualquier mundo. Es el mundo del artista que se propaga en la tela. No es necesario defender ideas o tener un discurso preciso para hacer una obra. Manet, con sus bodegones, tenía como única pretensión sensibilizar al público. La sensibilidad nunca debe desaparecer.

El pintor no interpreta algo que no lo conmueve. En la exposición, tenemos una visión amplia de situaciones, contextos y figuras. No es una realidad. Son realidades múltiples como el mundo de ahora, múltiple y complejo. Entonces, cada quien tiene su historia cotidiana, sus preocupaciones representadas en la colectiva. La figuración o la abstracción son soluciones artísticas que permiten mostrar, pero no necesariamente entender, un mundo donde el ser humano cada día ocupa menos espacio. 

Wali Vidal con poesía nos figura cuatro jóvenes en marcha con movimientos muy suaves. Tres forman un grupo. El último anda solo y parece salir del camino.  Los cuatro andan a un buen ritmo pero no saben adonde van.
Juan Carlos Reyes con su hiperrealismo nos hace pensar en la lucha entre lo natural y lo artificial, con una parte de un tronco con ramas que sale de un tarro puesto en una pared hecha de ladrillos. El tarro roto y la pared figura la presencia humana ocupando la parte de abajo del cuadro. El árbol muerto crea una distorsión delante de un cielo azul. Una realidad presenta a nuestra época.
Nelson Barrera nos pone frente a una gigantesca figurita de papel. El fondo es poco real aunque tiene nubes. La presencia de lápices en cima de esta figurita con un hoyo parecido a una boca abierta nos invita a una reflexión sobre la comunicación. Es una comunicación bien difícil, figurada por la escalera al pie de esta figurita, escalera que no parece suficientemente grande para llegar a la boca o a los lápices.
El lado muy gráfico de Etien Hernandez nos habla también de comunicación. Y con el mismo motivo que Barrera, él decide de manera directa ponernos frente a una cotidianidad humana.
Samuel Priego usa la fantasía y la originalidad para pintar la cabellera hecha con frutas. Es un guiño a los retratos de Arcimboldo, que usaba los vegetales y las frutas para construir una cara. No es el único que se permite jugar con  referencias a obras antiguas.
Al igual, Omar Molina retoma el clásico tema de la natividad con un punto de vista y una interpretación sorprendentemente modernos en cuanto a la composición y a la paleta de colores, con su toque caribeño. El establo parece a una casa de madera del campo. Los personajes, aunque vestidos con ropa algo antigua, tienen actitudes parecidas a los códigos de interpretación de una navidad.

Ya sean bodegones, cuadros abstractos  o  retratos con la mirada perdida, el punto común de las obras de la colectiva es que nos muestran la fragilidad del hombre. Con poesía o sin rodeos, los artistas quieren poner al espectador frente a una cotidianidad que  frecuentemente no queremos ver, pero cuya existencia no podemos negar. Esta selección de jóvenes artistas nos dará la ocasión de abrir los ojos, unos ojos jóvenes y nuevos.

Texto escrito por Patrick Landry

sábado, 26 de marzo de 2011

Ángel Rivera: la fotografía o la poética del vuelo

Ángel Rivera: la fotografía o la poética del vuelo


Desde el principio, la fotografía fue para los artistas, una herramienta, una técnica y una manera de expresarse. Ellos entendieron las inmensas posibilidades que permite la cámara. El fotógrafo francés Gustave Le Gray fue uno de los primeros en retocar la imagen que había salido de la cámara oscura para darle un toque artístico. Por el tipo de estructura, la fotografía ofrece un campo de investigación de los efectos artísticos casi infinito al artista con formación y mirada sensible. En la época actual, más que nunca, esto es verdadero gracias a los progresos técnicos y especialmente a la aparición de la fotografía digital. Pero su uso requiere  un excelente manejo de las técnicas.

El trabajo pictórico-fotográfico de Ángel Rivera nos ofrece un viaje onírico espacial. Su enfoque es el vuelo, con el problema de la gravedad que éste implica. Desde su niñez, el artista Rivera está fascinado por todo lo que puede volar, sobre todo los pájaros, que son como su firma. Frecuentemente, observamos la presencia de uno o varios pájaros volando, al igual que los cuervos pueblan los cuadros de Van Gogh.

La figuración o la manifestación física sobre el papel es el vuelo, ya que su tema principal es la búsqueda del hombre. El ser humano  mira hacia arriba en dirección del cielo. El artista ha guardado una mirada de niño, de un niño que crea, en un espacio tan particular y tan perfecto como el cielo,  una multitud de historias. Estas son las historias que Rivera revela a nuestra conciencia. Aquí se acaba el paralelo con el niño, porque el artista desarrolla en su obra sus preocupaciones de ser humano consciente de su condición de humano. El niño, al igual que el personaje de la historia “El Principito”, no tiene los pies en la tierra. Rivera sí.

Para ser artista, dos condiciones son necesarias: la mirada infantil y mirar con curiosidad.
Es descubrir lo evidente. El artista es un ser humano que se detiene para cuestionarse y reflexionar sobre su mundo.  El artista toma el tiempo de mirar.


Simetría y equilibrio: herramientas y filosofía de vida

Si el cielo ocupa un espacio importante, él lo comparte con la tierra.  Rivera responde a la problemática de la figuración de estos dos elementos utilizando la simetría. Es una necesidad. Siempre existe una composición central. En este sentido el artista expresa “Es la más sencilla, pero a nivel artístico ofrece un campo de investigación inmenso. Además, el cuerpo humano tiene una gran simetría. El ser humano esta íntimamente relacionado con el diseño simétrico”. De manera inconciente, el ser humano va a buscar un reflejo de sí mismo, algo que lo tranquiliza. Así se produce el equilibrio.

Hay una fascinación por el equilibrio. Es un equilibrio estructural que conduce al equilibrio espiritual. En su obra, de forma repetitiva, hay una presencia del cuerpo humano desnudo. Esta presencia es muy importante, ya que según Rivera “el equilibrio del universo pasa por el cuerpo humano desnudo. A nivel estructural y simbólico, es un componente erótico que ayuda a entender el sentido de la vida”. Si el cuerpo desnudo tiene forma que puede dar a una obra una dimensión erótica y artística, el explica también una forma de origen del ser humano.

La dinámica también proviene de un elemento suspendido en el aire o de una vertical creada por varios elementos. La obra “Opening” representa el torso de un hombre saliendo del agua con la cabeza arriba. Encima de la cabeza flotando en el aire, dos espermatozoides, uno apareciendo detrás de una forma cuadrada simulando una ventana. Todos estos elementos uno debajo del otro forman una vertical que divide la foto en el medio. No podemos discutir la simetría. El equilibrio es frágil porque reposa sobre el hombre saliendo del agua,  que no es una base sólida, como tampoco lo son los espermatozoides. Es la expresión de la reproducción del ser humano y al mismo tiempo del placer. La ventana es una representación de lo nuevo, de un nuevo que todos creemos nuevo pero, que en realidad es una mera repetición.

Algunas veces, se rompe la simetría y el equilibrio. Es el lado trágico del ser humano que aparece. La foto “9/11” es un parábola del evento sobrevenido en los Estados Unidos el 11 de septiembre 2001. El fondo comparte su espacio entre una sala cuadrada y una miríada de pájaros alzando el vuelo, creando una confusión, la misma confusión que sucedió este tristemente, famoso día. Los pájaros son una figuración de las almas llegando al cielo. La obra está presentada con un lazo que cierra la composición. Con esta obra, Rivera está en proceso de sacar la foto del plano. La esperanza viene de un joven ubicado en la parte derecha, que escapó a la tragedia.


Movimiento y efecto borroso

El movimiento fue desde el principio de la fotografía una preocupación técnica con un enfoque artístico o científico. Uno de los primeros fue el inglés Edward Muybridge que llegó a fijar y descomponer los movimientos de un caballo.  Una de sus obras, “Flying paper”, es una bola de papel suspendido en el aire arriba del mar. Una simple bola de papel, que, ella sola, tiene la capacidad de dar movimiento, dinámica y equilibrio. Todo es movimiento en esta obra. El reflejo de la bola sobre el mar da una sensación de vibración óptica con un toque acuarelista casi impresionista. La superficie del agua es una representación del movimiento interno del mar. Hay algunos pájaros acompañando la bola de papel, unos con las alas arriba y otros con las alas abajo.

Todos pertenecen al mismo movimiento, es un vuelo en circunferencia parecido a una nube. Rivera tiene una obsesión por los elementos flotantes, como esta bola de papel. Para él, estos elementos traen paz. Traen también algo mágico, en el sentido que no sabemos como pueden mantenerse en el aire. Son un desafío de la gravedad.

Otra manera de dar movimiento, que es artísticamente interesante, es el uso del efecto borroso, Cuando se mueve el sujeto, especialmente en la cámara, sale borroso. Rivera opina que “La cámara se para pero el cerebro no. La cámara tiene la propiedad de dar vida y hacer aparecer el movimiento pero al mismo tiempo, fija una sola imagen de dos dimensiones”. Dos dimensiones que limitan el campo de investigación del artista que tiene en mente salir de la bi-dimensionalidad para llegar a una especie de foto-instalación tridimensional. El sujeto en movimiento crea una situación desenfocada. El fotógrafo dice que usa mucho las degradaciones focales, hasta un punto en que el píxel tiene más textura de pastel que de foto.

La descomposición del movimiento revela cierta energía cinética. Para Rivera, el cuadro de Duchamp, “Desnudo bajando un escalera” de 1912, es una obra mayor que nos muestra una estructuración del movimiento.  Según él, “El fondo no debe competir con el sujeto, si no, el sujeto se pierde dentro de él”. Además, la profundidad del campo que se trata con la cámara nos permite jugar con el efecto borroso. De todas maneras, siempre vamos a tener una preponderancia de ciertas partes. El utiliza mucho el cielo como fondo porque trae paz. Es algo tan perfecto que no puede dejarlo. En palabras del artista “El ser humano tiene una relación, una conexión con el cielo, algo espiritual. No tiene nada que ver con lo material. Existe una conexión perfecta entre ambos”.


Una atención particular en los pliegues

Con los pliegues entramos en la poesía y otra forma de expresión artística. Se forma una danza, un placer. Es su intención. Es mucho más que la simple expresión de un movimiento. Rivera hizo muchos estudios de papeles para descubrir lo interesante que puede traer algo que al principio es una banal hoja. El quiere crear una forma interesante. Lo hace también con las sábanas para sacar algo que es más que un objeto sencillo de la vida cotidiana. En la foto, la bola de papel y la sábana adquieren otra dimensión que se ubica entre la poesía y lo artísticamente interesante. El verdadero artista, es aquel que puede dar un toque diferente a esos objetos. Manet hizo este efecto en sus bodegones, particularmente en obra “El Limón”. Rara vez, un cuadro tuvo un tema tan simple, pero muestra la expresión de una sensibilidad y de una sencillez que deja el espectador sin voz.



Los colores: sepia y verde

Del mismo modo que Rivera busca equilibrio, para no romper la armonía, tiene que balancear las formas y los colores. Según él, las fotos a color pertenecen a lo cotidiano. El artista debe crear una distorsión con la realidad. “A nivel estético, tengo que buscar una tonalidad. Elegí el sepia y el verde.” Así, él puede recrear una atmósfera con una continuidad del ambiente para tener un equilibrio dentro de la gama de colores. De otra forma, se rompería el discurso visual. La gama es reducida, pero eso no lo limita para crear una multitud de tonos entre el sepia y el verde. Al contrario, la búsqueda de diferencias tonales ínfimas procura una riqueza de todo tipo de verdes y sepias. En la obra “Opening”, tenemos una paleta muy rica que va del verde al sepia pasando por el blanco. Los pixeles del primer plano simulando la ola son una excelente representación de las posibilidades que puede ofrecer la técnica digital al servicio del artista.


El aspecto de las materias es el otro punto fuerte de su trabajo. El efecto acuarela, el efecto pastel, el efecto borroso y el píxelado son todos herramientas que permiten expandir la sensación del color. Eso se nota sobre todo en la obra “Equilibrium”, en la cual existe una mezcla de texturas que permite dar a cada parte de la foto una dimensión diferente. No solamente la vista es estimulada, sino que también se hace referencia al tacto para el tratamiento de cada textura.

El dibujo

El dibujo entra dentro del proceso de creación. Que sea hecho en mano directamente en el papel fotográfico o retocado con la computadora, el dibujo muestra, otra vez más, la importancia de lo artístico en la obra de Rivera. En las fotos “Lam” y “9//11”, el lápiz ocupa un espacio importante. El aspecto de la línea del dibujo se ubica entre un lápiz litográfico y un pastel. Este aspecto da mucho relieve y profundidad a los trabajos.


Un artista del aire

De la tierra, el fuego, el agua y el aire, los cuatro elementos, Rivera es sin duda un ser humano del aire. El da más importancia al elemento aire. En sus obras, el componente psicológico es importante. El filósofo Gaston Bachelard estudió una poética de los cuatro elementos, y no es una causalidad que su libro dedicado al elemento Aire se llame “Aire y los sueños: un ensayo sobre la imaginación en movimiento”. Podemos constatar que el aire y el movimiento están íntimamente ligados. Pero ¿De dónde viene la preponderancia por el aire?

Ángel Rivera, con sus composiciones fotográficas nos lleva a un mundo de paz, el viaje entre tierra y cielo. Cada objeto que flota en el aire tiene su textura, no es algo evanescente, pero tiene la capacidad de quedarse suspendido sin hilos, sin nada. Más que  un desafío a la gravedad, es una expresión de un sentimiento de libertad. El artista, más que cualquier persona puede ofrecerse el lujo de dar a sus obras no solamente originalidad sino también, una poética de lo probable. Las obras se ubican entre lo real y la realidad. Las soluciones artísticas tienen dos funciones: permitir  creer en sus obras y ofrecer un placer al espectador.

Texto escrito por Patrick Landry

La obra de Amaya Salazar: proyección de la presencia del ser




La obra de Amaya Salazar: proyección de la presencia del ser

Desde el primer contacto, las obras de Amaya Salazar son un placer para la vista por el tratamiento de la luz y del dibujo. Transmiten una paz y una serenidad cuyo objetivo es mantener al espectador en contemplación.

Después, la serenidad observada se transforma en una multitud de cuestiones. Su obra hace pensar en la de Gauguin, titulada “¿Quienes somos? ¿De donde venimos? ¿Donde vamos? Reflexiones y cuestionamientos de un artista sólo en su mundo de Tahiti”. El  tiene la lucidez de pintar con acierto y precisión un pensamiento como ese. Para Amaya Salazar, la soledad también es “una necesidad en el momento de la creación”, que le permite adentrarse totalmente en su trabajo. Ella también comparte con Gauguin la forma de presentar las figuras humanas frente a la naturaleza, con una postura serena, en una especie de jardín del Edén.

Las caras sin rostro de sus personajes presentan una reflexión muy interesante. La cuestión no es saber si podemos identificarnos con alguien que conocemos. Al contrario, como no hay rostro, todos nos identificamos, no como persona, sino como seres humanos. De esta manera, tomamos conciencia de la existencia del ser humano. ¿Serán también estas caras sin rostro una expresión de la dominicanidad, al igual que las muñecas que todos conocemos? Retomando el mito de la caverna de Platón, Amaya Salazar crea imágenes de figuras humanas. La palabra imagen aquí tiene un sentido profundo. Es un existencialismo pictórico.

 En sus cuadros, al igual que en la caverna, la luz revela la existencia ontológica del hombre. Luz mística, luz metafísica dan no solamente una dimensión artística sino también una dimensión expresiva con el color. La luz adquiere transparencia para dar a los colores una textura única, un cuerpo parecido al del pintor Louis Toffoli. Éste tiene el mismo tratamiento de la luz para llevarla a un nivel transparencia, y de esta forma expresar al mismo tiempo una intimidad y una verdadera vida interior. 

El color a través de la luz expresa las inquietudes e interrogaciones de la artista frente a un mundo en permanente cambio. Para pintar el frágil equilibrio de la presencia humana en el mundo, rompe en algunas partes de sus obras el “camaieu’, es decir, la variación de tonos de un mismo color. Este mundo representado con partes de la naturaleza como palmas representa un micro-cosmos del universo. Frecuentemente, las siluetas se unen con el fondo vegetal y “esconden la figura humana a la naturaleza para dar algo místico” según las palabras de la artista. El efecto de unir fondo y sujeto viene del tratamiento del color.

Al igual que la de Rembrandt, la obra de Amaya Salazar hace aparecer dentro de la luz cada elemento, mostrando una vida intensa y profunda. Como el pintor renacentista, la artista dominicana da suma importancia al trazo para llevarlo a esferas que no tienen que ver con nada material, sino con algo impalpable.  Así, esconde algunos trazos, hace bailar su línea para que ambos se fundan en el color. De esta manera puede lograr efectos de color luminosos e intangibles.


  
Los temas tratados marcan su preferencia por el lado espiritual y amistoso de la vida humana. Uno de ellos, la maternidad, es el reflejo más grande de su pensamiento. Sin verse de forma aparente, la madre y el hijo tienen una relación muy estrecha. La artista lo logra por su línea expresiva y su manera de unir los colores para crear unidad en espacios pequeños en el cuadro. Son como micro-espacios que confieren al ambiente un efecto de intimidad. Pero estos micro-espacios no rompen con la unidad del cuadro. Al contrario, participan a la complejidad de la construcción. Y prueba de ello es que, según la propia artista, sus cuadros son rompe-cabezas.

La obra de Amaya Salazar, llena de humildad, determinación y suavidad, plasma su personalidad, su carácter y la expresión de su identidad.

Lluvia de artistas en Arte Berri



“Las lluvias antillanas”. Con esta nueva exposición, el propósito de la galería Arte Berri es conjugar dos tipos de arte: la expresión visual a través de la pintura y la expresión auditiva a través de la música. Reunir las dos en una presentación incita al espectador no solamente a una reflexión sino también a una gimnasia mental, en búsqueda de una simbiosis o de una distorsión espacio-sensorial.
La voluntad de integrar la música fue tan grande que un cuarteto de violines amenizó la apertura de la exposición, con piezas especialmente compuestas para esa noche, para introducir el público en un viaje músico-visual.

El título de la exposición es “Las lluvias antillanas”. Cada uno de los 18 artistas participantes tiene que dar su interpretación de este título. La idea es que todos reciben una misma pieza de madera en forma de violín, con la que pueden usar cualquier técnica. Por ejemplo, Amaya Salazar integró el vidrio a la pintura y Guillermo Armenteros pegó una foto.
Es muy interesante ver el resultado que cada quien obtiene. Al principio, se puede pensar que, como todo el mundo tiene la misma base, no vamos a ver grandes diferencias. Pero la respuesta final es sorprendentemente variada. Es un abanico de obras con propuestas tanto figurativas como abstractas. Por ejemplo, José Miura, con su gran manejo del collage, logra a través de la verticalidad una presencia intangible de la lluvia. Es intangible en el sentido sagrado de la palabra, ya que  el uso del oro nos lleva a un campo místico. En pleno centro, el rayo con papel morado da dinamismo y fuerza a la composición.  
Por el contrario, Ángel Haché nos muestra, con una interpretación figurativa, una imagen del musical americano “Singing in the rain”. Un hombre, con su paraguas, canta colgado a un reverbere bajo la lluvia. Con el mismo tratamiento, Elsa Nuñez nos presenta una mujer desnuda bajo la lluvia envuelta en la parte baja del violín.
Diana Medrano tiene una propuesta interesante. Es la única que integra un marco a su composición. Es un borde ficticio de color naranja, que contrasta con el fondo negro, en el cual reposa el cuerpo del violín. La presencia del marco destaca más todavía este cuerpo del fondo, pintado en una tonalidad entre azul y verde. Si nos acercamos, podemos ver que con mucha minucia, la artista pintó sobre él las gotas de lluvia.
Amaya Salazar, al igual que José Pelletier, hace desaparecer la forma del violín para reintegrarla en un ambiente que tiende a absorber las formas del objeto en sí. Ella utiliza la textura y la luz tan perfecta que proporciona el vidrio, para llevarnos a un espacio diferente. Los pedacitos de vidrio, son como el maná que dejo caer Dios del cielo. El vidrio frente a los colores amarillo y naranja, tiene una ligereza impresionante.


                                                                                   

                                                                                



Fabre Sallent, con su paisaje, elige un momento después de la lluvia. Se nota por la claridad y los contrastes fuertes entre las diferentes partes del paisaje, que aparece como lavado. Es interesante ver que él logra ese efecto usando una gran cantidad de pintura. Es paradójico, ya que normalmente este tipo de efecto se obtiene con poca materia y una superficie lisa. 
Guillermo Armenteros es el único que nos propone una foto de ciguas palmeras jugando en el agua. Es una obra muy refrescante donde la naturaleza y sobre todo el agua tienen un papel protagonista. La otra particularidad es que su obra está presentada al horizontal. Es una elección para que tengamos en la mente que el agua caída se transforma en río, lo cual corresponde perfectamente al plano horizontal.
El tema de la lluvia en la historia de la pintura dominicana fue tratado de manera recurrente por los pintores  como por ejemplo Suro, Haussdorf y Morel. Varios paisajes nos muestran el carácter múltiple de las lluvias antillanas, sin olvidar que Yoryi Morel tocaba violín al igual de Ingres.  Es decir que en el arte, música y pintura pueden ser una.
Al salir de la exposición, estamos regenerados por tantas lluvias y tantas gotas de agua figuradas por cada obra impresa en nuestra memoria. ¿La forma del violín no se parece una doble gota de agua cayendo del cielo, con un movimiento artístico?

La exposición estará abierta hasta el 15 de abril en la galería Arte Berri

Texto escrito por Patrick Landry